Pasión Creadora

Capítulo Primero

UN ABUELO COMO DE LEYENDA

Mariano Ospina Rodríguez, el abuelo casi de leyenda, nació en Guasca Cundinamarca, el 18 de Octubre de 1805, poblado a 38 kilómetros de Santafé de Bogotá, capital de virreinato de la Nueva Granada, por estos años, bajo el mando del Virrey don Antonio Amar y Borbón. Santafé respiraba desde los tiempos de Espeleta un ambiente de humanidades y de apasionante cultivo de las ciencias, bajo la influencia del gaditano José Celestino Mutis y de la Expedición Botánica.

El sabio Caldas, para estos primeros años decimonónicos, era ya el Director del Observatorio Astronómico. Nariño, a la sazón hombre de cuarenta años, hacía dos lustros había traducido los Derechos del Hombre y estaba condenado a “extrañamiento perpetuo de América.”

Don Santiago Ospina Urbina, el padre del primer Mariano Ospina, era un empresario agrícola, hombre culto e inteligente, bien conocido a lo largo y ancho de la sabana y descendiente del capitán  de la Conquista, Francisco Martínez de Ospina, fundador de Remedios (1560). Diego de Ospina, otro ascendiente de don Santiago por línea y aún más cercano, fundó a Neiva en 1612 e introdujo a la región la caña de azúcar y las razas vacuna, caballar y otras.

La madre de los Ospina Rodríguez, Josefa Rodríguez Acosta, con su personalidad amorosa y firme, forjó desde su seno el tranquilo y acerado carácter de sus hijos. Una matrona de estirpe bíblica.

 *  *  *

Los estudios del joven Ospina Rodríguez. Cursó la enseñanza primaria en Guasca en la Escuela que su padre hizo establecer allí. Luego en Santa Fe de Bogotá, asistió a la Escuela de Gramática Latina del jurista antioqueño José de Latorre Uribe. Más tarde en el Colegio de San Bartolomé, cursó literatura, matemáticas y física, bajo la dirección del doctor José Félix de Restrepo. Bachiller en Jurisprudencia de la Universidad Santo Tomás y, en el año de 1828, doctor en Jurisprudencia de la Universidad de Boyacá y a la edad de 23 años, catedrático de Economía Política como sustituto de su profesor el constituyente en Cúcuta, Francisco Soto.

Año de 1828, conspirador septembrino. Hondamente imbuído del espíritu de la Constitución de 1821: gobierno popular representativo, República de Colombia libre e independiente, que no podrá ser patrimonio de ninguna familia, ni persona. Tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. El poder ejecutivo a cargo de un Presidente y un Vicepresidente, por un período de cuatro años. En consecuencia, la dictadura asumida por el Libertador Simón Bolívar, no armonizaba con la formación jurídica, ni con el carácter civilista del joven Ospina Rodríguez.

Sobre este episodio de nuestra historia patria, el notable y muy ilustre escritor liberal, Laureano García Ortiz, en su ensayo “Apuntes para la Historia del 25 de Septiembre”, dice:

“Al juzgar hoy, con toda la documentación que el curso del tiempo ha venido revelando y reuniendo, relativa al significativo fenómeno político y social, muy complejo, que la historia conoce con el nombre de la Conjuración contra Bolívar del 25 de septiembre de 1828, se da uno cuenta clara de que en el grupo de conjurados había dos tendencias, o mejor, dos temperamentos diversos.  El uno era de jóvenes intelectuales, casi estudiantes, empapados al propio tiempo en historia clásica y en ideología revolucionaria, valientes y caballerescos, que iban tras de un fin arriesgado pero generoso, cuyo modus operandi para derribar la dictadura bolivariana consistía, primeramente, en una labor de propaganda en los espíritus y un consiguiente movimiento de opinión en pro de las ideas democráticas y republicanas, de retorno por lo pronto a la legalidad, a la Constitución de 1821 y a los métodos cívicos del General Santander, contrarios al predominio del militarismo.  Movimiento de opinión suficientemente extendido en el país y prácticamente organizado en Bogotá, que con el concurso de ciertos elementos de fuerza que lográranse atraer y mediante una operación bien combinada, redujera a la impotencia, por aprisionamiento o rapto del Libertador, a sus ministros y a los principales agentes del régimen dictatorial.  Esta tendencia juvenil era, por principios, por temperamento y por educación, ajena a los métodos de sangre, y en ella formaban:  Luis Vargas Tejada, la figura literaria más precoz, más sobresaliente de la época;  Pedro Celestino Azuero, alma heroica, casi niño y muy inteligente profesor de filosofía;  Mariano Ospina Rodríguez, predestinado a ser defensor de la autoridad y jefe de Estado;  Ezequiel Rojas, maestro luego de una generación, filósofo y jurisconsulto;  Wenseslao Zulaibar, antioqueño del más puro origen y nobilísima persona;  Juan Miguel Acevedo, valeroso muchacho menor de veinte años, hijo del Tribuno de 1810, y quizá tres o cuatro más.

Sin estar en íntimo contacto con ellos, pues a algunos no los conocía personalmente, el General Santander participaba de sus puntos de vista en cuanto a la eficacia y conveniencia de una propaganda republicana y legalista; pero no aprobó nunca las medidas de hecho ni las combinaciones encaminadas a derrocar el gobierno por la fuerza.  Esto se halla hoy absolutamente probado, no sólo en su proceso (que la dictadura no quiso nunca publicar) sino en copiosos y fehacientes documentos.”(1)

Rubricando lo anterior, Carlos Martínez Silva, (1847-1913) afirma que un día escuchó de labios del doctor Ospina Rodríguez, esta aseveración:

“Ustedes los de esta generación no pueden juzgar con imparcialidad aquel suceso.  Para eso sería necesario apreciar las circunstancias de la época.  El predominio militar era entonces verdaderamente insoportable, y los diarios vejámenes y humillaciones a que eran sometidos, en especial por los venezolanos, aquellos que no figuraban entre los sostenedores de la dictadura.” Citado por Roberto Botero Saldarriaga (2).

 

Años después, Ospina Rodríguez, escribiría:

l“Para los jóvenes ardientes de 1928, era un dogma que el General Bolívar aspiraba a establecer la monarquía.  La historia, con la publicación de muchas cartas, ha venido a confirmar que no teníamos razón.  Si algún cargo pudiera hacérsele al Libertador sería el de no haber tenido valor y constancia para establecer un gobierno sólido, eficaz, para tener a raya los elementos perturbadores y para el mantenimiento del orden…”

 

En 1849, en su semanario “La Civilización”, agregaba:

 

“El hombre ilustre que había presidido a la independencia y la creación de tres repúblicas, que llenaba el mundo con la fama de su nombre, y poseía en el más alto grado el amor, el respeto y la confianza de sus conciudadanos, juzgó que las instituciones que éstos se habían dado no eran las que en el país convenían;  expuso sus opiniones en un proyecto de constitución para Bolivia, y las recomendó a la América.

“Este malhadado proyecto fué la manzana de la discordia; a su vista los granadinos, como el resto de los colombianos, quedaron divididos en dos grandes bandos.  Los unos, llenos de confianza en la poderosa inteligencia y ardiente patriotismo del grande hombre, vieron en aquel escrito la obra del genio;  o más bien, su fe ciega en el hombre, les hizo abrazar sin examen la idea que les ofrecía;  los otros, penetrados de la desconfianza natural en los republicanos, vieron en el proyecto una monarquía mal disimulada, y las bases de una nueva aristocracia que detestaban…

“El ilustre caudillo de la independencia y los parciales de su pensamiento político no confiaron bastante en la razón de su causa;  quisieron imponer por la fuerza lo que sólo era permitido hacer adoptar por la persuasión:  prefirieron las vías de hecho a las vías legales, y se abrió el abismo de la anarquía, que se tragó la gran República, y marchitó gloriosas reputaciones hasta allí inmaculadas”(3).

Lo exacto es que en esta esquina septembrina de la existencia apasionante de Mariano Ospina Rodríguez, empieza para él y los suyos una cadena de pruebas y dificultades como de personaje homérico.  Las enfrentan desde ya con sereno temple, él, pese a su juventud y a los privilegios que ya le deparaban su inteligencia y la solidez de su preparación.  Ahora, la tenacidad y agudeza de sus facultades se pondrían en acción para esquivar las muy drásticas medidas que contra los conspiradores pondrían en acción Urdaneta y sus colaboradores venezolanos, para congraciarse ante el Libertador, ya lo suficientemente herido en su amor propio por las ingratitudes de sus paisanos (4).

Se oculta y huye Ospina Rodríguez, por entre predios urbanos abandonados, salva las dificultades de los cerros y la sordidez de las murallas selváticas, pasa por Guasca, se despide de los íntimos, vence el rigor de los páramos y, toma luego, el camino hacia Antioquia.  Llega a Marinilla.  Después, sigue a Medellín, pasando a pie por Rionegro.  Ya en 1829, sublevado el General Córdoba, quien ocupa a Medellín, el legendario héroe de Ayacucho lo nombra su secretario, cargo en el cual no lo puede acompañar.  Razones, su salud resentida por las penurias e inclemencias de la huída a lo largo de muchos días de clandestinidad.

Este mismo año llega a Antioquia para sofocar la rebelión, el General de Brigada Daniel O’Leary.  Vencido Córdoba, fué ultimado villanamente por el comandante irlandés Ruperto Hand.  Por entonces, O’Leary dispone que Mariano Ospina fuera pasado por las armas.  Nuevamente, el septembrino debe ponerse a la defensiva.

Año de 1830, Ospina Rodríguez trabaja en la Prefectura de Antioquia.  Es necesario devengar algo para poder vivir.  En el año de 1831, actúa como diputado y secretario de la Asamblea.  Además, es un activo articulista en “La Miscelánea” y en “El Constitucional” de Medellín.  De 1832 al 34, secretario de tres gobernadores, entre ellos don Juan de Dios Aranzazu.  Matrimonio con la dama Marcelina Barrientos Zulaibar, natural y vecina de Santa Rosa de Osos.  De 1834 a 1839, representante a la Cámara por Antioquia.  En febrero de 1834, en “El Constitucional” y con motivo de la próxima reunión del Congreso, publica un revelador artículo contra la ley que señala cual debe ser el interés del dinero.  En algunos apartes, Ospina Rodríguez, expresaba:

“Veamos cuales son los efectos de la fijación del interés del dinero por las leyes. Supongamos que, como entre nosotros sucede actualmente, se ha fijado el cinco por ciento: si se aumenta la acumulación de capitales disponibles, de manera que sea mayor la oferta que la demanda, porque no hay bastantes medios de ocuparlos lucrativamente, y porque la utilidad que dan las empresas no permite pagar más de un cuatro por ciento; es evidente, en este caso, que no habrá ningún empresario que quiera pagar el cinco, aunque lo manden las leyes, y que los capitalistas tendrán que dar su dinero a un interés menor, o tenerlo guardado sin que les produzca nada…

“Si las circunstancias que determinan el interés del dinero son tales que este interés sea del cinco por ciento, que las leyes fijan, entonces la ley es inútil, porque, aunque no existiera, no habría empresario que quisiera pagar más, ni capitalista que quisiera recibir menos.

“Si la relación entre la oferta y la demanda es tal que determine un interés de seis, ocho o diez por ciento, que es lo que actualmente sucede en esta Provincia, la ley que señala el cinco no es más que un fantasma que asusta a un reducido número de timoratos, que jamás dejan de encontrar algún medio especioso para sacar a su dinero toda la utilidad que debe darles, según las circunstancias, pero que perjudica gravemente a los empresarios. Nadie hay que quiera dar su dinero a un cinco por ciento, cuando puede sacarle la utilidad de un ocho; y en este caso, la ley es ridícula. Pero como anula los contratos que se hagan bajo el pacto de otro interés que no sea el que ella señala, resulta que se aumenta la inseguridad del que da prestado y que por consiguiente sube el premio. Así, un empresario que habría encontrado dinero al ocho por ciento, si hubiera libertad para estipular el interés conforme a las circunstancias, no podría hallarlo a menos de diez, porque es necesario que el capitalista se indemnice con un dos por ciento del riesgo que corre de perder, haciendo un contrato prohibido por las leyes que pueden ser imploradas por la mala fe del empresario.

Si el objeto de aquellas leyes fue favorecer a los que toman prestado contra la avaricia de los que tienen dinero, está demostrado que, lejos de llenar tal objeto, producen el efecto contrario…” (5)

Año de 1837, Rector del Colegio Académico de Medellín, la educación es una de sus más gratas ocupaciones.

Año de 1840, segundo matrimonio con una hermana de doña Marcelina, fallecida esta en el año de 1838.  La rebelión de “Los Supremos” contra el gobierno constitucional de don José Ignacio de Márquez. Estos toman preso en Zaragoza a Ospina Rodríguez, defensor del régimen. Nuevamente fuga y puesta a prueba su capacidad para eludir la tenebrosidad de enemigos históricos. Se presenta en Bogotá y asesora al General Pedro Alcántara Herrán en la campaña del Socorro y Sal Gil. En 1841 es nombrado presidente de la Cámara de Representantes y, más tarde Secretario del Interior y de Relaciones Exteriores del Presidente Herrán. En tal carácter y como encargado de Instrucción Pública, presentó y puso en marcha su Famoso Plan de Estudios, que exigía mayor esfuerzo de la juventud y daba seriedad a los títulos universitarios. “El modo de hacer que los que debían enseñar, enseñasen y los que debían aprender, aprendiesen”, decía al respecto de su plan Ospina Rodríguez.

El profesor Luis López de Mesa, anota:

“… el plan de estudios del doctor Ospina Rodríguez es una labor intensa de organización, disciplina y orden, cual cumplía a la índole personal de su gestor, que se tradujo en benéficos resultados…” (6)

Por su parte, José María Samper, quien hizo sus estudios profesionales bajo el nuevo sistema, afirmó en su muy conocida autobiografía:

“El tiempo hizo ver con claridad que él (Ospina) tenía sobrada razón en lo tocante a la primera de las ideas apuntadas, pues la juventud había carecido totalmente de disciplina que la moralizase y diera reglas severas en lo relativo a estudios y colación de grados, que sirviesen de verdaderas garantías de idoneidad, dado el régimen de privilegio profesional y de las enseñanzas sostenidas por el Estado. Jamás sin aquella disciplina, se lograrán entre nosotros resultados satisfactorios en materia de instrucción pública”. (7)

El autorizado historiados y ciudadano liberal muy respetado en el país a finales del siglo Veinte, Jaime Jaramillo Uribe, hace esta exégesis:

“Ospina había sido un crítico permanente de la orientación de la educación nacional. Había fomentado el estudio de las ciencias modernas en Antioquia, defendía tenazmente la enseñanza de las “ciencias útiles” y veía en la preferencia por las profesiones tradicionales (derecho, teología, medicina) uno de los obstáculos del progreso nacional… Con particular energía adelantó un plan completo de reformas tanto de la escuela elemental, como de los colegios y universidades. A su gestión se debió, además, el regreso de los jesuitas al país y su reincorporación a la enseñanza (1884)… “El plan de Ospina Rodríguez, pues, siguiendo ideas que reiteradamente había expresado, acentuaba la importancia de las “ciencias útiles”, de la formación moral y sobre todo, de la disciplina” (8)

En el gobierno del presidente Pedro Alcántara Herrán se expidió la constitución del 43, que reemplazó la Carta de 1832. Precisamente en su memoria al Congreso, el Secretario  (Ministro hoy) Ospina Rodríguez, conceptuaba:

“Uno de los defectos de más trascendencia que se han notado en la Constitución (la del 32) es el hecho que, calculada para un Estado en perfecta paz, llegado el caso de una invasión o de una sublevación, es ineficaz y el poder público que ella establece impotente para proveer a las necesidades extraordinarias y urgentes de aquella situación. La nación ha visto al gobierno en la pasada crisis, en la imposibilidad de defenderse, resignado a perecer abrazado de la Constitución.”

En consecuencia la Constitución del 20 de Abril de 1843, permitió más acción y pudo investir de más atribuciones al poder ejecutivo.

En el año de 1845, don Mariano Ospina Rodríguez, asume la Gobernación de Antioquia. Es hombre de cuarenta años de edad. Su secretario privado, Estanislao Gómez Barrientos, lo describe así:

“Su porte era natural y su semblante sereno y plácido. De buena estatura, cuerpo delgado, ancha y ligeramente inclinada la espalda; cabeza abultada en la parte superior, frente amplia y prominente, cutis blanco de un tenue sonrosado, cabello siempre peinado hacia atrás…” (9)

Pasados dos años de intensa actividad administrativa en Antioquia, vuelve al periodismo y participa con don José Eusebio Caro en la fundación y dirección de “El Nacional”; con don José María Torres Caicedo en la dirección de “El Día” y con Caro en la fundación y orientación del semanario “La Civilización”, “gloria máxima de nuestro periodismo” según el notable apologista de Caro, Jaime Ospina Ortiz. En el número 9 de este semanario en 1849, Ospina y Caro publicaron los principios del Partido Conservador Colombiano y cuyos enunciados fundamentales son los siguientes:

El orden constitucional contra la dictadura.

La legalidad contra las vías de hecho.

La moral del Cristianismo y sus doctrina civilizadoras contra la inmoralidad y las doctrinas corruptoras del materialismo y del ateísmo; la libertad racional en todas sus diferentes aplicaciones contra la opresión y el despotismo monárquico, militar, demagógico, literario, etc.

La igualdad legal contra el privilegio aristocrático, oclocrático, universitario o cualquiera otro.

La tolerancia real y efectiva contra el exclusivismo y la persecución, sea del católico contra el protestante y el deísta, o del ateísta contra el jesuita y el fraile, etc.

 

La propiedad contra el robo y la usurpación ejercidas por los comunistas, los socialistas, los supremos o cualesquiera otros.

La seguridad contra la arbitrariedad de cualquier género que sea.

civilización, en fin, contra la barbarie.

Ospina Rodríguez, ya en el número 4 de “La Civilización”, había escrito:

Los conservadores forman un partido sosegado y reflexivo, que estima en más los resultados de la experiencia que las conclusiones especulativas de la teoría, es esencialmente práctico y, por consiguiente, poco o nada dispuesto a los arranques de entusiasmo, si no es contra los excesos del crimen y la maldad. No desprecia ninguna teoría que tenga apariencias de razón, está dispuesto a ponerlas todas en práctica, pero por vía de experiencia, y por consiguiente con calma y con prudencia. Estimando sólo el fondo de las cosas da poca importancia a las palabras… Este partido tiene más ciencia práctica, juicio y rectitud que ardimiento y entusiasmo.” (10)

En 1849, Ospina Rodríguez presidió la Cámara de Representantes. Las dos cámaras debían elegir presidente entre los doctores Rufino Cuervo, Joaquín José Gori y el General José Hilario López.

Esa elección por parte de los congresistas se cumplió en el templo de Santo Domingo, bajo la más escandalosa coacción por parte de los partidarios del General López. El voto de Ospina Rodríguez, después de largas horas de peligrosa puja, definió la elección con su voto y esta constancia: “Voto por el General José Hilario López, para que los diputados no sean asesinados.”

En el año de 1851, Ospina se reintegró a la Cámara de Representantes. Pero, pocos meses después fue detenido sindicado de “rebelión”. Gobernaba al país en General José Hilario López. Sólo en Marzo de 1852, después de ocho meses de prisión en aciaga cárcel bogotana, Ospina regresó a la libertad y volvió a Antioquia y en Fredonia funda el “Colegio de Colombia”. En Junio de 1853 y en forma casi repentina falleció su segunda esposa. Al año siguiente trasladó a Medellín su Colegio. escribe dos breves textos de orientación para maestros: “Método para enseñar la gramática castellana” y “Método para enseñar a los niños las matemáticas”.

El 14 de Febrero de 1855, a los cincuenta años de edad, celebró su tercer matrimonio con doña Enriqueta Vásquez Jaramillo. En Febrero del año siguiente, una junta de conservadores eminentes proclamó en Bogotá su candidatura presidencial. Su eficaz colaboración como ministro en el Gobierno de Pedro Alcántara Herrán le creó una sólida imagen de estadista.

El doctor Mariano Ospina Rodríguez, con voto directo y secreto y por gran mayoría de sufragios triunfó como candidato a la Presidencia sobre sus contrincantes, así:

Ospina…………… 96.000

Murillo Toro……… 82.000

General Mosquera….. 32.000

En una brillante síntesis, el historiador Humberto Cáceres, revela lo siguiente:

“En su gobierno, el Presidente Ospina Rodríguez mantuvo incólumes las instituciones hasta el último día de su mandato, el primero de abril de 1861.  A pesar de la precariedad del erario público, rechazó la oferta de vender las reservas del ferrocarril de Panamá con las cuales hubiese dominado rápidamente la revolución liberal y salido de apuros.  Temía que esa venta, tarde o temprano, se llevaría tras de sí a nuestra soberanía en el Istmo.  Y prefirió resistir la lucha en las más difíciles circunstancias.  (Esas reservas las ferió el presidente liberal Santos Acosta en 1867 y pagamos las consecuencias en 1903).

 

“En su gobierno se organizó técnicamente la hacienda pública.  Se reglamentó la deuda interior y se acordó con los acreedores extranjeros rebajar la deuda externa -incluidos los viejos intereses- a sólo 33 millones de pesos.  Se fomentó la instrucción pública nacional con la creación de escuelas y colegios, pues las universidades habían sido suprimidas en 1850 (Gobierno de José Hilario López) y con la traída de los Jesuitas.  Se protegieron las artes y las letras y aparecieron diversas entidades académicas.  La prensa gozó de plena libertad, aún en medio de la guerra, y lo comprueba la profusión de publicaciones que entonces se editaron y que se pueden ver en la Biblioteca Nacional.

 

“El Presidente Ospina procuró el equilibrio de los derechos y deberes ciudadanos, el cumplimiento estricto de la Constitución y las leyes, la vigencia del principio de autoridad y el de la libertad dentro del orden, la justicia y el bien común.

 

“Al no reunirse el Congreso de 1861, por falta de quorum, quedó sin proclamar oficialmente el presidente electo Julio Arboleda, además, faltó la elección de los tres designados, llamados a sustituir al jefe del Estado.  A esta circunstancia se debió que, al concluir Ospina su administración, el Procurador Bartolomé Calvo tuviera que asumir el mando del país el primero de abril de 1861.

 

“De manera que es necesario aclarar que el gobernante depuesto por el General Mosquera y la Revolución Liberal, fué el Procurador Calvo, el 18 de julio siguiente, y no Ospina como se ha afirmado erróneamente”.(11)

 

Respecto a Ospina y a la rebelión de Mosquera, Indalecio Liévano Aguirre en su biografía de Rafael Núñez, anota:

“Hábil, inteligente, astuto, ambicioso, incapaz de vacilar ante una guerra con tal de llegar a feliz término una política que él consideraba benefactora para el país.  Cuando llegó al sillón de los presidentes de Colombia, aún estaba intacta en él, aunque refinada por la experiencia, la audacia del antiguo septembrino…

“Entonces Ospina, que dominaba totalmente el Congreso, obtuvo de él una serie de disposiciones legislativas cada una de las cuales era un golpe mortal contra el federalismo.

“Mas, tener noticias Mosquera de la expedición de estas leyes, y acusar a Ospina de haber violado la Constitución, fueron una misma cosa.  El, el centralista de otros tiempos, se convirtió, movido por su odio contra Ospina, en el más apasionado defensor del sistema federal.  Dictó un decreto por medio del cual el Estado del Cauca se separaba de la república, ordenó la movilización de sus tropas y comenzó la guerra contra el Presidente”.(12)

 

Mosquera, lo dijo Alberto Lleras 100 años después, siempre estaba camino hacia la presidencia.(13)

En torno al enfrentamiento Ospina-Mosquera, el historiador y Académico, Antonio Alvarez Restrepo en un interesante prólogo del libro “Ensayos sobre Historia de Colombia” de José Fernando Ocampo Trujillo, anota:

“En 1860 el General Tomás Cipriano de Mosquera trató de invadir ese departamento y llegó hasta la aldea de María situada al pié de Manizales. Allí se preparó para atacar a la ciudad y trató de invadirla pero fue enérgicamente rechazado por el General Posada Gutiérrez que estaba al frente de la guarnición de esa ciudad acompañada por el General Braulio Henao. En aquel choque Mosquera quedó vencido a pesar de que en sus memorias trata de eludir este tema, y Posada Gutiérrez le impuso la firma de un convenio, que se denominó la “Esponsión” de Manizales. (1) Este suceso marcó sin embargo uno de los episodios de más largas consecuencias en la vida del país, porque el haber dejado sin libertad a Mosquera con su tropa le permitió a éste rehacerse militarmente. Entonces tomó la decisión de marcharse a Bogotá y expulsar del poder a don Mariano Ospina Rodríguez que estaba terminando su gobierno y que era adversario natural del jefe caucano. Tal como se lo propuso Mosquera así ocurrieron las cosas y al tomarse a Bogotá en 1861, trató primero de fusilar a Ospina y a su hermano, y después los condenó a prisión en las bóvedas de Bocachica a donde fueron a parar por el solo delito de ser el gobierno legítimo del país.

La actitud del General Posada Gutiérrez en aquella ocasión fue motivo de intenso debate porque se le acusaba de una gran ingenuidad al creerle a Mosquera sus declaraciones pacifistas que le permitieron a éste continuar la guerra que había iniciado.”

 

El expresidente Ospina Rodríguez intentó trasladarse a Antioquia, para organizar tropas y combatir la revolución de Mosquera. Pero, fue detenido con su hermano don Pastor, médico y hombre ilustre, en la localidad de La Mesa; y, conducidos a Bogotá se les condenó a muerte sin previo juicio. Más tarde se les conmutó la pena de muerte por la cárcel, gracias a la intervención de varios diplomáticos extranjeros, entre ellos los embajadores de Estados Unidos y Francia, y de muchos grandes amigos suyos, como el General y expresidente Pedro Alcántara Herrán, el Arzobispo de Bogotá y el excanciller, José María Plata.

Don Mariano y don Pastor Ospina y otros presos fueron enviados a Cartagena. Un descendiente de los Ospina, hace la historia y describe el terrible viaje. Unos apartes de tal recuento son los siguientes:

“La devoción de la Virgen de los Desamparados vino a ser la de nuestra familia, porque a la intercesión de la Virgen, bajo esa advocación, atribuía mi mamá el que mi padre y mi tío Pastor su hermano, no hubieran sido fusilados, estando ya condenados a muerte por el General Mosquera, y en capilla.

“Cuando ella, sumida en el más terrible dolor, acompañada por algunas señoras, ya muy avanzada la noche, estaba sin consuelo, ante una imagen de la Virgen, se presentó un señor (liberal) llevando un cuadro de Nuestra Señora de los Desamparados, y entregándoselo, le dijo: “Ese crimen no puede consumarse, la Virgen de los Desamparados es muy milagrosa, aquí se lo traigo, pídanle a ella esta gracia….”

No recuerdo a qué horas, pero sí muy de mañana, el señor que había llevado el cuadro de la Virgen, se presentó nuevamente con la noticia, para todos inesperada, pues (los más connotados liberales también pedían al General Mosquera la vida de los presos) de que de un momento a otro el presidente había ordenado que no se ejecutara la sentencia. El milagro de la Virgen era patente; pero el calvario para los pobres presos apenas empezaba, pues, por orden del General Mosquera, fueron conducidos con cadenas, a pie, al Magdalena. Mi madre apenas lo supo, mandó un hombre con un caballo ensillado para mi padre que sufría del corazón y le habían prohibido los médicos el ejercicio, fuerte; pero en aquellos tiempos de salvajismo, puede decirse, fue inútil todo, porque uno de los guardias se aprovechó del caballo, y el pobre preso tuvo que seguir a pie y encadenado.

“Al llegar al Magdalena, embarcaron a los cinco presos en una canoa, y en otra iban los guardias. No se sabe si tenían orden de ahogar a los presos; pero el caso es que, al llegar a los saltos de Honda, los soldados abandonaron a los presos en una de las canoas, contando seguramente con que aquellos perecerían ahogados; pero nuevamente la Virgen de los desamparados a quien mi mamá rogaba sin consuelo, amparó a los presos. La canoa en el salto se volcó; pero los presos todos, pudieron cogerse a ella, y la corriente, cosa maravillosa, los arrojó a la orilla, donde de nuevo cayeron en manos de los soldados asombrados, pues, esperaban que ninguno se salvara…”

No se cuanto tiempo duraría aquel terrible viaje, el caso es que, al llegar a Cartagena fueron encerrados, con grillos y cadenas, en las bóvedas de Bocachica, en un calabozo infecto y húmedo, debajo del mar, cuyas paredes de piedra bañadas por el mar, destilaban agua…

“No sin trabajo consiguió que le dejaran visitar a mi papá cada quince días en aquel calabozo inmundo, en donde los pobres presos encadenados, se consumían. era tal la humedad, que un día al embarcarse ella para ir a visitar a mi papá, vio una plantica en la orilla del mar y la arrancó para llevársela al pobre preso. El la colocó en la hendidura de las piedras del calabozo, y allí creció.

La situación de los pobres presos era espantosa; el aire infecto de aquel calabozo subterráneo, la humedad, pues las piedras destilaban agua día y noche, la falta de aire y de sol, causó entre los presos una epidemia de disentería. Todos se contagiaron, y la fiebre que los atormentaba era como un alivio a pesar de todo, pues se amontonaban unos con otros para calentarse.” (14)

 

Purgaron cárcel en el Castillo de San Fernando en Bochica, por más de un año, y de donde pudieron escapar gracias a las tenaces gestiones de doña Enriqueta Vásquez de Ospina. Sobre el carácter de esta esclarecida matrona antioqueña de nuestra historia, y 117 años después de los sucesos narrados, uno de sus despabilados biznietos, escribe:

 

Doña Enriqueta Vásquez es otro ejemplo resplandeciente de los designios benefactores de la Divina Providencia; esposa de don Mariano en sus últimos años, cuando la saña de sus enemigos lo acosa en su integridad física, en sus familiares, en sus amigos y en sus bienes, muestra su temple épico. En medio de las tribulaciones le escribe a don Mariano: “Querido Ospina: no te inquietes por mí. Tu sabes una cosa: yo soy floja la víspera y fuerte al otro día.” Como el acero que se forja a golpes, esta admirable mujer, puesta su fe en Dios y en la Virgen de los Desamparados, acoge los infortunios como un desafío que ha de convertir en triunfo. Ni el odio, ni la amargura, ni la desesperación prevalecen en su ánimo. Los sacrificios impuestos por los genízaros de los regímenes adversos acrecientan su voluntad y los vejámenes rastreros de la canalla enemiga, contrastan con su nobleza y dignidad.

“Con inteligencia, habilidad y tesón busca los medios para salvar los obstáculos, nada la arredra, nada la detiene. Su sangre de conquistadores, de colonizadores, de creadores, es fuerza hidráulica que derrumba barreras; traspasada a sus herederos es componente que vivifica una estirpe y enaltece una tradición.” (15)

 

Luego marcharon al destierro. Curazao, Jamaica, Puerto Rico y finalmente Guatemala. Don Mariano residió allí con los suyos, dedicado a la agricultura, a la cátedra, a las asesorías y a presidir la Sociedad Económica de aquel acogedor país.

Al regreso con su familia a Colombia en 1871, fundó en Medellín el semanario “La Sociedad” en el cual colaboró asiduamente. Ya en sus últimos años orientó y animó a su partido en el duro tránsito de aquellos tiempos, gobiernos de Pérez, Parra, Trujillo, etc.

En el Municipio de Fredonia y cuando don Mariano era hombre de más de sesenta años,con todas las técnicas de la época una finca cafetera modelo para entonces. Contribuyó, además, con inusitada decisión al progreso de la gran comarca, a asegurar un alto nivel académico a la todavía muy nueva universidad y, a través de la prensa creando conciencia de la necesidad para los antioqueños de la carretera al mar y el Ferrocarril hacia el Magdalena. Ya hacía años que en un documento oficial había consignado esta afirmación: “Mientras la población de Antioquia permanezca encerrada en medio de selvas intransitables, sin salida fácil para ninguna parte, casi incomunicada con todo el mundo, pagando por la introducción de un quintal de mercancías extranjeras de los puertos de sus ríos navegables al interior, un flete mayor que el que se pagaría por darle a ese quintal de mercancía dos vueltas al rededor del mundo, no debe esperarse un progreso muy rápido ni riqueza en ilustración.”

Contra el querer de los consejos de este patriarca conservador que siempre se oponía a las vías de hecho, sus copartidarios se levantaron luego contra el gobierno liberal de Antioquia. Para don Mariano, dice Fernando Ospina Hernández, uno de sus biznietos, lo siguiente:

“La guerra no terminó con la derrota y la transición del mando en Antioquia: oculto en las casas de los amigos en Medellín o fincas aledañas, fue acusado de autor de la guerra y condenado a diez años de destierro del estado. Desde su refugio envió un memorial a la prefectura, preguntando qué había hecho para ser acusado y castigado de tal forma. Decía en el documento: “He escrito defendiendo las doctrinas de la Iglesia Católica y los derechos constitucionales de sus miembros y combatiendo las doctrinas del liberalismo y los actos de los gobiernos liberales que me parecían injustos e inconstitucionales.

“Lo he hecho, porque tenía derecho a hacerlo, como lo tenían para contradecirme los que mostraban ideas opuestas a las mías.El que usa de su derecho a nadie hace injuria. Si mis escritos son infundados, debieron ser refutados por los que así los juzgaban. ¿En dónde estaban todos esos escritores liberales de Medellín, que ya parecen brotados de la tierra? ¿En dónde estaban que no sacaron la cara para defender sus doctrinas y combatir las mías?

“Hoy aparecen en la escena,no a discutir una doctrina, sino a reclamar un empleo, a adular al vencedor, a excitar la porción más ignorante del pueblo contra el escritor público a quien no se atrevieron a contradecir. Como espero que he de ser asesinado, no quiero que el gobierno que hoy rige el Estado, pueda excusarse con la ignorancia de los preparativos del crimen, por eso os pido que leáis las publicaciones anónimas que la imprenta del Estado vomita cada día.” Y solicita el doctor Ospina que se le abra un juicio por todos los actos de que se le juzga responsable.

“La anodina respuesta se demoró dos semanas y explicaba que, siendo el Prefecto un simple agente del Jefe Civil y Militar del Estado, sin instrucciones para juicios políticos, resolvía no entrar por el momento a resolver cosa alguna.

“Es desterrado y viaja a Bogotá donde cree estar más seguro; varios meses después la Corte Suprema declara inconstitucional la pena de destierro, y falto de recursos, regresa a Antioquia.

La paz no dura y Antioquia se levanta el 25 de Enero de 1879. Don Mariano ha tratado de calmar los ánimos, consciente de los sacrificios de una nueva guerra, pero no es escuchado, sin embargo, es perseguido por el gobierno, que lo despoja de la casa de habitación propiedad de doña Enriqueta, y le impone una contribución de $10.000 mensuales, durante la huída cae de su caballo hiriéndose atrozmente una pierna; imposibilitado de entrar a los poblados tiene que refugiarse en una choza, en medio de tremendos dolores hasta que se consigue un salvoconducto y es llevado de regreso a Medellín.

“Los radicales piden que sea fusilado, “pero el General Rengifo, dice don Mariano, a quien le consta que yo me había opuesto decididamente al alzamiento, no se prestó a la filantrópica solicitud, pero si a que me pusieran preso.” Sus heridas lo ponen en peligro de muerte y es trasladado al hospital de caridad; doña Enriqueta se declara prisionera, para poderlo acompañar y cuidar en otro de sus rasgos característicos ya, de valor y abnegación.”(16)

 

Sólo el precursor, don Antonio Nariño, puede igualar en nuestra historia como víctima de persecuciones a Ospina Rodríguez.

 * * *

El pensamiento de don Mariano, alcanza los más altos niveles de precisión ideológica e intelectual en estos últimos años de su existencia, durante la etapa de periodismo en “La Sociedad”, donde aparecían con frecuencia sus artículos, todos caracterizados por la muy castiza sencillez, por la gracia y señorial tono de quien, siempre fue un maestro.

En el semanario bogotano “La Civilización”, a finales de la década de los cuarenta del siglo XIX y, fundado por él y José Eusebio Caro, sus artículos mostraban quizá más extensión y eran más profundos y conceptuales.

 

A través de estas dos publicaciones es posible seguir el edificante y coherente pensamiento de Ospina Rodríguez.  Sobre la necesaria armonía entre los conceptos civilización, sociedad y república, dice:

 

“Para juzgar del hombre bajo la relación de la civilización se le ha considerado en sus dos situaciones principales, que comprenden todas sus situaciones y estados, a saber: el hombre en sí mismo, y el conjunto de hombres que se llama sociedad.  El conjunto mismo de los hombres tiene también dos existencias, o más bien dos fases diversas: la sociedad propiamente dicha y la República. La sociedad, este cuerpo constituido por las relaciones naturales de la familia, independientes de las leyes, y por las tradiciones, las creencias, las doctrinas, las opiniones y los instintos o tendencias espontáneas de sociabilidad.  La república, este cuerpo organizado por leyes, sujeto a un poder que le rige y encamina.  El desarrollo de la inteligencia y poder del hombre en cada uno de estos tres estados está sujeto a la influencia de la perfección o atraso en cada uno de los otros;  sin embargo, no es raro sino que es lo más común, que se adelanten o desenvuelvan la inteligencia y el poder humano en lo relativo o una de estas situaciones, mientras que permaneciendo estacionados respecto de otras se produce el desacuerdo entre ellas.  Parece entonces que el edificio de la civilización se desnivela y se falsea, la marcha de la sociedad se encuentra embarazada, se experimenta en todas partes desazón e inquietud, la república se agita;  y no se obtiene un movimiento regular y riguroso que de seguridad e infunda animación y confianza, sino cuando las instituciones que rigen la República, y las doctrinas y opiniones que encarrilan la sociedad marchan paralelamente con el desarrollo intelectual y moral del individuo.  Este equilibrio es indispensable;  en donde quiera que falta, el hombre se siente en una situación embarazosa y violenta, de que procura salir con esfuerzo.  Como no es lo ordinario que discierna con claridad la causa de su penosa y embarazante situación, atribúyela a accidentes extraños o de poca influencia;  y de aquí nacen los funestos extravíos y deplorables excesos a que el hombre se entrega en las violentas crisis, a que su mal comprendida situación le arrastra.” La Civilización. Agosto 9 de 1849.

 

Precisamente en torno al concepto de civilización, insiste:

“No es, pues, la civilización un poder que arraigado una vez marcha por sí mismo en continuo progreso a despecho de todos los obstáculos, como algunos lo han afirmado; la historia desmiente esta aserción y pone de manifiesto que hay causas que retardan la marcha de la civilización, y otras bastante poderosas para detenerla, extenuarla y hacerla perecer.  De aquí, pues, se deduce que es de la más alta importancia el examen del curso de la civilización en cada país, de las causas que la favorecen y de las que la combaten; porque el país más civilizado no está fuera de peligro de caer de nuevo en la barbarie.” Idem.

 

Sobre toda doctrina, capaz de elevar al ser humano, se expresa así:

“Una doctrina que enaltece al hombre levantándole sobre cuanto le rodea; que le anuncia que ha nacido para los más grandes y sublimes destinos; que imponiendo el amor del hombre al hombre como un deber, desenvuelve todas las pasiones benévolas, y fortifica los instintos de sociabilidad; que estableciendo y santificando la propiedad, funda la riqueza y bienestar; que sancionando la igualdad legal, condena la esclavitud y la presión; que proclamando el imperio de la justicia y de la razón, proscribe la tiranía y la violencia; que anteponiendo el deber al interés pone la simiente y favorece el desarrollo de todas las virtudes:  una doctrina semejante despierta y eleva la inteligencia humana, reúne a los hombres, y les hace obrar de concierto, hace nacer la sociedad o la fortifica y desarrolla, sustenta la justicia y la libertad, funda la seguridad;  y abriendo así el camino al progreso y mejora en todos los ramos del saber y del bienestar, hace pasar el hombre, sin que él vea el brazo que le conduce, del cieno pestilente de un bosque espeso y bravío, en que se distinguía apenas de las fieras, a las suntuosas ciudades en que florecen las ciencias y las artes, en que dominan la inteligencia y la cultura, en que la justicia tiene sujeta la violencia, la razón domina a la fuerza, la virtud tiene su culto, la execración reprime los vicios, la riqueza y bienestar crecen y se extienden con pasmosa rapidez; es decir que una doctrina semejante civiliza forzosamente al hombre a despecho de las contrariedades y obstáculos que intentan detenerle en su marcha.”Idem.

 

En 1873, don Mariano Ospina Rodríguez, en su carácter de presidente de la Legislatura regional, le correspondió dar posesión de la presidencia del Estado de Antioquia al señor Recaredo de Villa y, entre otros conceptos importantes, expresó lo siguiente:

“Hay un progreso que es y debe ser la aspiración de todos los hombres de bien:  es el progreso de la civilización cristiana, es decir, el progreso de la moralidad, del saber y del bienestar, no de una clase o de una fracción, sino de todos los miembros de la sociedad…

“La riqueza del Estado de Antioquia se ha desarrollado de una manera satisfactoria.  Vastas regiones que mis ojos vieron hace pocos años, cubiertas de oscuros bosques seculares, en que la voz o la huella humana no inquietaban a las fieras que las habitaban pacíficamente, son hoy campos cultivados, embellecidos por numerosos y ricos pueblos, que hormiguea una población inteligente, morigerada y activa.  Las selvas se han transformados en extensos y pingües prados artificiales, henchidos de rebaños, y en variadas plantaciones, cuyos frutos derraman a lo lejos la abundancia y la comodidad.

“El alto valor que las tierras adquieren cada día, está demostrando el aumento rápido de la riqueza y de la población.  La multiplicación de los capitales ha hecho bajar el interés del dinero del 12 al 6 por ciento.  La demanda creciente de brazos que hacen la minería y la agricultura, no deja persona laboriosa sin ocupación bien remunerada.”(17)

 

Sus profundas convicciones y el ejemplo de una existencia en permanente actividad, le dan a Ospina Rodríguez la autoridad para afirmaciones como esta:

 

“El trabajo, base de la sociedad y fuente de la riqueza y de la civilización, es la condición forzosa del hombre civilizado.  Jamás pueblo alguno ha podido desconocer esta ley suprema, sin descender a la barbarie, y de la barbarie al estado salvaje, al estado del bruto.  Es por el trabajo como las naciones se enriquecen, se ilustran, se hacen poderosas y grandes”.(18)

 

Sobre la emulación y la competencia recuerda:

 

“La fecunda emulación, de la competencia despierta, mantiene los ánimos en constante y vigorosa excitación.  Desde el sabio que busca en la ciencia recursos nuevos a la industria, desde el banquero millonario hasta el último de los obreros, todos se consideran en lucha de inteligencia, de actividad y de destreza en el campo de sus tareas con todos sus competidores; ensayan todas sus facultades, ponen en acción todas sus fuerzas, y de aquí procede ese proceso incesante que nos maravilla.”Idem

 

En 1875, da respuesta a la pregunta: ¿Y la dignidad del hombre de dónde procede?

 

“De la persuasión que, él tiene de su origen divino, de los altos destinos para que el omnipotente lo ha creado, y de ser el objeto del amor y del cuidado del Altísimo.  El ateo materialista, que cree que el hombre fué el efecto casual de una combinación de átomos; que no tiene otro destino que satisfacer sus apetitos, y acabarse para siempre con la muerte, como todos los brutos, es necesariamente incapaz de dignidad, y mucho más incapaz de justicia; porque como hemos dicho, la justicia es una palabra sin sentido para él. Si pues ve algún materialista que conserve dignidad, es porque educado en los principios de la fe, adquirió hábitos que han sobrevivido en él a las ideas que los engendraron. Un gobierno ejercido por hombres sin dignidad y sin justicia, será forzosamente indigno e injusto.” (19)

 

Sobre el demonio de la política, don Mariano se expresa en los siguientes términos:

 

“El demonio de la política, que divide las familias, que siembra y cultiva la desconfianza, el odio y el rencor entre región y región, entre pueblo y pueblo, entre hogar y hogar; que envenena las dulzuras de la vida privada, que mantiene todos los ánimos en estado de constante inquietud y alarma, que turba y paraliza los negocios, y haciendo inseguro el fruto del capital y del trabajo aleja del país la inmigración de caudales, de capacidades y de brazos útiles; el demonio de la política, que embota los más nobles y generosos sentimientos de la humanidad y hace brotar y crecer cuanto hay en ella de antipático y antisocial; que lanza a los campos de batalla, no sólo a los hombres crueles y rapaces, que se deleitan en derramar sangre humana y en arrebatar y destruir la propiedad ajena, sino hasta el labrador pacífico y honrado a quien horrorizan la matanza y el saqueo, para ir a dar la muerte a personas que no conocen y que ningún mal le han hecho; que hace de la vida una continua y atormentadora pesadilla, y que ofrece en lo porvenir un tenebroso caos de inseguridad e indescifrables escenas de persecuciones despiadadas y de luchas sangrientas, que horripilan al hombre previsor cuando piensa en la suerte de sus descendientes; el demonio de la política….” (20)

 

Se ha creído que don Mariano Ospina Rodríguez era enemigo jurado de los literatos. Esto se desprende de su tono y opiniones en algunas cartas a sus hijos cuando estudiaban en el exterior, temeroso de que perdieran tiempo leyendo novelones en boga y cierta poemática tal vez muy retórica de la época. Fue enemigo de los versificadores de entonces, que tanto tiempo perdían buscando asonancias perfectas, preocupados de la forma y muy poco del fondo y del mensaje creador de sus trabajos literarios. Esto es cierto, y ¿quién no es enemigo de los versificadores vacuos que aún pululan por allí? En don Mariano, su formación humanística y su buen gusto literario se descubren fácilmente leyendo su ensayo “El doctor José Félix de Restrepo y su época”. Allí aparecen con frecuencia oportunas alusiones y observaciones de alta literatura y magistrales descripciones realmente poéticas de las costumbres y del paisaje de Antioquia.

Sobre las recreaciones literarias  de su maestro José Félix de Restrepo, anota: “Virgilio, sobre todo, le era tan familiar que, no obstante el cuidado que ponía en que su conversación fuera llana y jovial, los bellos versos de aquel poeta se le venían a la boca en toda ocasión, con delicada oportunidad, y como a pesar suyo.”

Describiendo con todo detalle edificante el valle de Medellín, dice: “Los árboles, los arbustos y plantas de estos climas y muchos de los países calientes prosperan muy bien en este valle. La frondosidad y frescura de la vegetación durante todo el año son embelesadores. Los naranjos y otros muchos frutales se mantienen perpetuamente adornados de flores y de frutos, embalsamando el aire con sus delicados aromas, y las plantas de los jardines florecen sin interrupción en todos los meses del año.” (21)

*  *  *

En 1872, José María Rojas Garrido (1824-1883) el más elocuente tribuno del liberalismo del siglo XIX y, respecto al contenido de un discurso de Ospina Rodríguez en la Asamblea Católica de Antioquia, decía:

“El señor Ospina, grande enemigo de la causa liberal, formidable caudillo del partido conservador, presidente de la extinguida Confederación Granadina, es el único verdaderamente pensador, razonador y de una indomable energía que en los últimos catorce años han tenido las filas contrarias; el señor Ospina, decimos, acaba de entrar otra vez en campaña contra el partido liberal que lo derrotó e hizo salir del país en la revolución iniciada en 1860. En su mañosísimo discurso aparece el señor Ospina más expresivo, más enérgico, más hábil, más autorizado y de mayor efecto que las pastorales de los obispos de Popayán y Pasto…

 

“Pero, elaborado aquel discurso por don Mariano Ospina, el caso es de considerarse, que la paz de la República y la vida del partido liberal han comenzado a ponerse en peligro. Téngase presente que el señor Ospina no es hombre de escribir esterilidades por divertirse. El señor Ospina ha sabido no quejarse en la derrota, en la captura, en la capilla, en la mazmorra ni en el destierro. Como hombre de un gran carácter, cayó mudo en la sima del infortunio, y ha permanecido allí silencioso, pero terrible espectador de los sucesos, sin exhalar una queja, ni una reconvención contra los que cobarde y traidoramente lo abandonaron en el peligro. ¡Hombre raro! Ni un folleto, ni una hoja suelta, ni una línea para el público explicando su conducta de aquella época, procurando sincerarse, o expresando su indignación contra el partido liberal que lo postraba, pero ni siquiera el grito natural del dolor que lanza toda víctima en su caída, al recibir el golpe que lo anonada.  Todo eso habría sido estéril.  Espantoso mutismo de un alma de hierro, inquebrantable en la desgracia y que acaba de lanzar ese primer rugido con el aliento de antaño, pero fortalecido con la cólera y el aguijón de venganza condensada en la expectativa de más de diez años.

 

“El señor Ospina regresó a su país guardando silencio, como quien olvida todo y vuelve al antiguo hogar, en pos de vida cariñosa y bonancible, huyendo desengañado de las tempestades políticas… cuyos vientos lo azotaron precipitándolo desde el dosel de la Magistratura hasta el pie del cadalso y de allí a las playas extranjeras.  Pero entre tanto era que apenas se preparaba… a dar unidad al partido conservador para llamarlo a formar al pie de la bandera ultramontana, con toda la autoridad del maestro y del caudillo, como acaba de hacerlo en su discurso… El señor Ospina, téngalo presente el partido liberal, no habla fuera de tiempo, ni da paso alguno separado del camino recto que lo lleva a obtener el triunfo de su partido y la caída del liberal, para vengarse de la revolución de 1860.  Tampoco debemos olvidar cómo se despierta el entusiasmo de un partido caído cuando un prohombre, después de grandes persecuciones, habla con semejante energía y hace un solemne llamamiento a todos los suyos como lo ha hecho el señor Ospina en su discurso.”(22).

 

Finalmente, en parte primicial en una de sus más bellas y sabias páginas de los últimos años logra al sesgo don Mariano, dibujar una a manera de caricatura suya:

“Tiempo hace que en toda la tierra de garbanzos, perogrullo es bien conocido; y todo el mundo sabe que él jamás ha sido literato, filósofo, ni sabio, sino campechano sencillo y formalote, sin malicia ni recámara, y que no sabe sino decir verdades de a puño; su talento y su saber no van más allá de donde alcanza el sentido común”(23).

 

En Medellín murió don Mariano Ospina Rodríguez, a la edad de casi 80 años el domingo 11 de enero de 1885 cuando todavía centinelas liberales pasaban ronda rutinaria por los predios de su casa.(24)продвижение услуг в социальных сетяхLitu 0Blackспрашивай ру прикольные

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