Miguel de Cervantes y su gran Novela
Por Héctor Ocampo Marín
(Lectura en la Tertulia del Club de Ejecutivos. 16 -III-2005)
INTRODUCCION
En el presente año, 2005, se cumplen cuatro siglos de la publicación de la gran obra literaria, “Don Quijote de la Mancha”. Su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, nació en el año de 1547, siglo XVI, en Alcalá de Henares, villa muy cercana de Madrid; y murió en esta maternal capital en Abril de 1616, a la edad de 69 años. Es decir, vivió 53 años en el siglo XVI y un poco más de tres lustros en el siglo XVII.
Cervantes, ya cincuentón, en 1597, inició la escritura de su gran obra Don Quijote de la Mancha y la primera edición de la primera parte, apareció en 1605 cuando el autor contaba ya con 58 años de edad. La segunda parte del Quijote fue editada en 1615, un año antes de la muerte del autor.
La niñez y la primera juventud de Cervantes se caracterizaron por un continuo deambular por los pueblos de España. Su padre, un médico cirujano, sin mucho éxito profesional, mudaba con frecuencia de domicilio en busca de mejores oportunidades. De allí por qué la formación intelectual de Miguel de Cervantes, está más cerca del autodidacta que de una educación dirigida. De todos modos y como toda persona que se respete estudio siempre, toda la vida, cuando pudo en grandes centros académicos escuchando a los que saben o por su propia iniciativa en los libros y en todos los ratos libres.
A la edad de 24 años, Miguel marcha como soldado raso a participar en la batalla de Lepanto, donde es herido de tres arcabuzazos en la mano izquierda, la cual le queda prácticamente inutilizada de por vida. Cuatro años más tarde, en la guerra contra los corsarios turcos, cae prisionero cerca a las islas Azores y es conducido a Argel donde permanece como prisionero durante terribles cinco años. Puede aseverarse que a lo largo de todas estas penalidades empezó Cervantes a idealizar y a dar forma mentalmente a su gran obra maestra, el Quijote. Arriba hemos recordado que en 1605, hace cuatrocientos años, se editó por primera vez en Madrid la parte primera del Quijote y, en ese mismo año, salieron a la luz pública siete edición más, y pocos años después aparecieron ediciones en inglés, francés e italiano.
Sólo un portentoso conocedor del mundo, de la vida y de los hombres, podía escribir el Quijote. Un psicólogo, quizá el más grandes de la historia, el inventor de la pedagogía de la risa; un crítico excepcional de las malas costumbres de la sociedad, sin más escuela que el mundo mismo, sin más estudios que el conocimiento directo de la naturaleza humana, en el trato permanente con gente de toda índole. Así, se fue preparando en la dura y escueta realidad, consolidando la necesaria firmeza y solidez del suelo para soportar la gran fábrica del Quijote y darle la máxima expresión y grandeza al idioma castellano. Antes del Quijote existieron numerosas tendencias literarias, la picaresca, la literatura de caballería, la literatura religiosa y moral, la literatura pastoril, etc. Muchos riachuelos literarios que Cervantes logró juntar y convertir en un gran río de literatura clásica, que en el ancho mundo de las letras hispanas es, precisamente, Don Quijote de la Mancha. La más alta expresión literaria en idioma español. Idioma que actualmente se habla en veintitrés países y en veintiuno de ellos, es la lengua oficial. Idioma que, según cálculos de la Real Academia Española, en el año 2050, será posible contar en el mundo con una cifra superior a 530 millones de hispanohablantes. Hoy, en el sólo Estados Unidos lo hablan muy cerca de cien millones de personas.
EL QUIJOTE UNA OBRA CLASICA
Un libro clásico es aquel cuya lectura siempre enriquece nuestros conocimientos, siempre eleva y engrandece nuestro espíritu. Recordemos la respuesta que a la pregunta ¿Qué es un libro clásico? solía dispensar a sus alumnos el académico español don Pedro Salinas: “La mayor virtud que hasta nuestros días podía conferirse a un libro era la de contarlo entre los clásicos. Ahora, entre las variadas expresiones de la barbarie moderna, menudea la de acoger lo clásico, concepto y palabra, con sospechoso recelo; la simple proposición de la idea suscita en cierta gente un ademán intelectual defensivo, como si se intentara con ello una operación de fraude o estafa. La actitud puede provenir,
en cierto grado, del eco de aquel gracioso dicho de Oscar Wilde: que los académicos y dómines literarios emplean a los autores clásicos, así como el guardia usa su porra o macana, para dar con ellas en la cabeza a los innovadores que quieren salirse de una presunta legalidad literaria.
Ello es que hay muchos, y son de los que se tienen por más avanzados entre la grey intelectual o lectora, cuyo régimen espiritual consiste en los libros recién salidos, en los famosos best sellers u obras de éxito; esas flores que se abren cada semana en los floreros de las casas editoriales, donde se criaron amorosamente, se riegan con dadivosidad ilimitada con una lluvia de elogios, de pagos por promociones en la Prensa, y luego siguen el camino de toda flor de éste mundo: marchitarse a la vuelta de una mañana. Los que presumen de ser modernos en esto del arte, se afanan ante todo por una cosa: estar a día. Otros, más modestos, como yo, nos contentamos con estar al milenio.
“Se cuenta que una mozuela, estudiante de Universidad, de esas que creen a pie juntillas que el mundo empezó con el rodar del automóvil, la costumbre del fin de semana con cena y baile, y la ondulación permanente, y que todo lo anterior fue prehistoria, hablando un día con un profesor suyo de literatura, le preguntó si había leído una de tantas novelas que se declaran semanalmente geniales por los agentes de Prensa….. Y al oír que no, la criatura le dijo, envolviendo sus palabras en un tono de extrañeza y hasta de censura: “Pero cómo!, que no la ha leído usted aún? Pero si ha salido hace mes y medio!” El maestro repuso, sonriente, a la jovencita: “Ha leído usted La Divina Comedia?” “No”, respondió ella, sin saber a punto fijo si debía darse por agraviada. “Pues ha salido hace más de siete siglos, hija mía”, agregó el maestro.”
Es oportuno hacer notar que la publicidad política o comercial, pagada, es la que lleva con frecuencia a la gente joven a las más lamentables equivocaciones. El público es inducido a votar por el mediocre o por el pillo, o a comprar el libro que no es sino empaque. Alguna vez el profesor López de Mesa, escribía que no era justo que defendamos el estómago de una mala leche y no protejamos el cerebro de un atropello de flagrantes necedades. (un libro mediocre incapaz de entregar un mensaje útil)
En relación con el Quijote como obra maestra y verdadero clásico, es posible afirmar con el académico don Rafael Maya, que “cada uno de sus capítulos puede reducirse a una escena dramática de aguda intensidad, y la suma de todas ellas podría formar el drama universal del hombre, pues allí no quedaría ni pasión ni afecto sin su correspondiente equivalencia dramática. Además, el Quijote ha significado para los estudiosos de todos los tiempos, muchas cosas distintas: parodia y al mismo tiempo justificación del género de caballería; en medio de la gracia y de la ironía, invitación a meditar sobre el mundo y el destino del ser humano; el Quijote es un universo de símbolos, a más de ser una novela de costumbres, entretenida y recreativa.”
Don Juan Valera, ratifica en breves palabras, muchas de las afirmaciones anteriores: “Cervantes era un gran observador y conocedor del corazón humano. Sin duda, cuanto había visto en su vida militar, en su cautiverio y en sus largas peregrinaciones, y las personas de toda laya con quienes había tratado, le dieron ocasión y tipos para estructurar y formar unos personajes tan verdaderos” y múltiples como los que aparecen en el Quijote.
En éste libro grandioso Don Quijote de la Mancha, desfilan multitud de episodios humanos de la más diversa índole. Puede decirse que el Quijote es la apoteosis dual de la concepción idealista de la vida personificada en don Quijote y de una visión simplista y materialista de la existencia personificada en Sancho Panza. Pero lo cierto es allí el ejemplo de la armonía en su quehacer de los dos personajes, el culto de don Quijote y el elemental de Sancho.
DE QUE SIRVE HOY EL QUIJOTE?
Ese inmenso y complejo mundo creado por Cervantes, el Quijote, siempre ha servido a muchos y en tantos idiomas. Se puede aseverar que a partir de su publicación en los comienzos del siglo XVII, no ha pasado año en el cual no se haya escrito, por lo menos, un gran ensayo inspirado en las páginas del Quijote. Y se descubre en éste magistral libro un primer y notable mérito, el cual mérito ya lo aludimos: lo constituye el hecho de ser la primera obra literaria escrita con plenitud en idioma castellano. Allí éste idioma, nuestro idioma, alcanza su máximo esplendor y grandeza, grandeza en toda su extensión, sin languideces ni vacilaciones en ningún momento y en ningún género.
El Quijote ha inspirado obras sobre derecho, ha inspirado obras sobre arte y sobre la ciencia de gobernar; sobre ética y moral, sobre el respeto que se debe a la religión y a la autoridad legalmente constituida; en fin, sobre el arte de narrar con gracia y donosura; sobre psicología,
sobre humor, dolor, costumbres, simbología y sobre mil asuntos más. Aquí mismo en Colombia, se han escrito y publicado en los últimos cien años numerosas obras inspiradas en el Quijote, por ejemplo: “Los tres mundos de don Quijote”, magistral ensayo de Rafael Maya; “Breviario del Quijote” libro publicado en España en 1947 por Eduardo Caballero Calderón; “Don Quijote encadenado”, obra del ensayista caldense José Hurtado García. Y grandes ensayos con firmas como las de Miguel Antonio Caro, Guillermo Valencia, Ramón de Zubiría en su “Aproximaciones a Cervantes”; José Ignacio Escobar, en un libro de 158 páginas con el nombre de “Apuntes para un estudio sobre el sujeto del Quijote” con prólogo de Baldomero Sanín Cano; Ciro Alfonso Lobo Serna en “Muchas Gracias, Don Quijote”; Harold López Méndez, su libro “La Medicina en el Quijote”, tesis de grado de 413 páginas; Carlos E. Mesa en “Cervantismo y Quijoterías”, 293 páginas; Julián Motta Salas en “Alonso Quijano el bueno” libro de 300 páginas; Vicente Pérez Silva en “Don “Quijote en la Poesía Colombiana”, 206 páginas; Ignacio Rodríguez Guerrero en “Tipos delincuentes del Quijote”, 366 páginas; Antonio José Uribe Prada en “Don Quijote, abogado de la Mancha” libro de 314 páginas, en fin, el ensayo del médico y académico Juan Mendoza-Vega: “Enfermedad, salud y médicos en el Quijote”, etc.
Empero, reiteremos la pregunta, De que sirve hoy el Quijote? El poeta y ensayista español, don Pedro Salinas, responde: “La pregunta es legítima, porque un clásico debe estar siempre dispuesto a dar prueba irrefutable de su valor, en cualquier momento. El modo mejor de justificar su validez es llamarlo a capítulo, ante nuestra sensibilidad y nuestra conciencia, y solicitar que nos demuestre que lo es, que lo sigue siendo, por una manera muy sencilla: por su capacidad de actuar vitalmente, en alto grado, sobre nosotros, de movernos extraordinariamente a sentir y a pensar mucho más allá de lo usadero y ordinario. Toda época coloca sobre el libro clásico su propia interpretación, se lo explica a su modo, sin por eso alterarlo. Porque el clásico es eterno rayo de luz, y el curso de los tiempos le hace pasar a través de diversos prismas, de suerte que se refracta con otras tantas variaciones. Su virtud luminosa y aclaradora no cesa; es siempre el mismo, y no obstante de él salen, según lo que se interponga entre él y el que lo siente, según el medio refractor que no es otro que el tono vital de la época, dibujos y combinaciones de pensamiento sorprendentes y nuevas. Estas interpretaciones históricas de los clásicos son casi siempre valiosas; cada una descubre en él una verdad, y acaso ninguna las descubre todas. Tendencias de pensamientos y períodos históricos visten al clásico conforme a sus figurines: hoy de toga o túnica, mañana con manto de corte o levita, otro día con overol o mono de trabajo, o con sucinto traje de baño. Los pedagogos le endosan el uniforme de las aulas: lo hacen libro de texto. Y allí sigue el clásico, y se deja poner y quitar, prestándose a todas esas probaturas intelectuales, segurísimo de que algo hay de lo que nadie podrá despojarle nunca: su ser íntimo, su hermosa desnudez, su verdad desnuda.”
CERVANTES Y EL BUEN HUMOR
Qué es y en que consiste el humor? Buena pregunta, pese a los ingleses, quienes consideran que el sólo hecho de intentar definir el humor, es prueba evidente de absoluta carencia de sentido del humor. Entonces, recordemos algo contado por don Julio Casares en su libro El Humorismo y otros ensayos. Dice: “Recuérdese la anécdota atribuida a Felipe III, quién, viendo cómo reía a carcajadas cierto estudiante con un libro en la mano, aseguró que ese libro sólo podía ser el Quijote.”
Pero, seamos prácticos, más bien leamos un aparte del Capítulo XVI del Quijote, un suceso nocturno en la venta, noche después de don Quijote haber sido apaleado, venta que don Quijote creía que era un castillo, venta con la alborotada asturiana Maritornes, que don Quijote creía que era nada menos que la hija del dueño del castillo:
“Había el arriero concertado con ella (con Maritornes) que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado la palabra de que en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase………Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trajo a la imaginación una de las extrañas locuras que buenamente imaginarse pueden: y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo y que la hija del ventero, Maritornes, lo era del señor del castillo, la cual vencida de su gentileza se había enamorado del, y prometido que aquella noche a furto de sus padres vendría a yacer con él una buena pieza. Y teniendo toda esta quimera que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a cuidar y pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver. Y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la misma reina Ginebra con su dueña Qintañona se le pusiesen delante.”
“Pensando pues en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora (que para él fue menguada), de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de fustán, con tácitos y atentados pasos entró en el aposento donde los tres se alojaban, en busca del arriero. Pero apenas llegó a la puerta cuando Don Quijote la sintió, y sentándose en la cama a pesar de sus bizmas y con dolor de sus costillas, tendió los brazos para recibir a su fermosa doncella. La asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos delante buscando a su querido, el arriero, topó con los brazos de Don Quijote,
el cual la asió fuertemente de una muñeca, y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la camisa, y aunque ella era de arpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de vidrio, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mismo sol oscurecía. Y el aliento, que sin duda alguna olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y finalmente él la pintó en su imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros de la otra princesa que vino a ver al mal ferido caballero, vencida de sus amores, con todos los adornos que aquí van puestos. Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto ni el aliento ni otras cosas que traía en sí la buena doncella, no le desengañaban, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero. Antes le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura. Y teniéndola bien asida, con voz amorosa y baja, le comenzó a decir:
-Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes hecho; pero ha querido la fortuna (que no se cansa de perseguir a los buenos) ponerme en éste lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos;
que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto.
Maritornes estaba congojadisima y trasudando de verse tan asida de Don Quijote, y sin entender ni estar atenta a las razones que le decía, procuraba sin hablar palabra desasirse. El bueno del arriero, a quien tenían despierto sus malos deseos, desde el punto que entró su coima por la puerta la sintió, estuvo atentamente escuchando todo lo que Don Quijote decía, y celoso de que la asturiana le hubiese faltado a la palabra por otro, se fue llegando más al lecho de Don Quijote, y estúvose quedo hasta ver en qué paraban aquellas razones que él desde luego no podía entender. Pero, como vio que la moza forcejeaba por desasirse, y Don Quijote trabajaba por tenerla, pareciéndole mal la burla, enarboló el brazo en alto, y descargó tan terrible puñada sobre las estrechas quijadas del enamorado caballero, que le bañó toda la boca en sangre, y no contento con esto, se le subió encima de las costillas, y con los pies más que de trote se las paseó todas de cabo a cabo.
El lecho que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo al suelo, a cuyo gran ruido despertose el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque habiéndola llamado a voces, no respondía. Con esta sospecha se levantó, y encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza. La moza, viendo que su amo venía, y que era de condición terrible, toda medrosica y alborotada, se acogió a la cama de Sancho Panza, que aún dormía, y allí se acurrucó
y se hizo un ovillo. El ventero entró diciendo: A dónde estás, puta?: a buen seguro que son tus cosas estas.
En esto despertó Sancho, y sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla, y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y entre otras alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad, dio el retorno a Sancho con tantas, que a su despecho le quitó el sueño; el cual, viéndose tratar de aquella manera y sin saber de quién, alzándose como pudo, se abrazó con Maritornes, y comenzaron entre los dos la más reñida y graciosa escaramuza del mundo. Viendo pues, el arriero a la lumbre del candil del ventero, cuál andaba su dama, dejando a Don Quijote, acudió a dalle el socorro necesario: lo mismo hizo el ventero, pero con intención diferente, porque fue a castigar a la moza, creyendo, sin duda, que ella sola era la ocasión de toda aquella armonía. Y así como suele decirse, el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo, daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y como quedaron a oscuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a doquiera que ponían la mano, no dejaban cosa sana…..” Cierro comillas, termina aquí la cita.
Otros grandes capítulos de humor en el Quijote son sin duda el del gobierno de Sancho, y aquel relacionado con los galeotes a los cuales el Caballero Andante quiso dar libertad, capítulos estos en los cuales la riqueza idiomática, los giros, los matices y gracia de las palabras hacen derroche de donosura y dan vigor y solvencia a una rica narrativa de estilo y tono, antes desconocidos en el idioma castellano.
DRAMA PARA LAS LAGRIMAS
Además, el Quijote es un libro para las lágrimas. En su ensayo, Breviario del Quijote, anota Eduardo Caballero Calderón: “La ridiculez del señor don Quijote consiste en que resulta un tipo extemporáneo e inadecuado a las circunstancias en que se desenvuelve su locura; pero su grandeza es evidente si se considera que es el producto de una aspiración personal, profunda, humana, que tuvo la desgracia de realizarse a destiempo. De ahí que el humor del Quijote sea terriblemente dramático.”
Todos los ilusos, además, suelen hacer llorar a aquellos más cercanos a sus afectos. Esa distancia entre lo que se cree y la realidad es, a todas luces, una situación conmovedora. Don Santiago Ramón y Cajal, nos hace ver al respecto del Quijote:
“Reflejo fiel de la vida, sucédense en la inmortal novela, como en el cinematógrafo de la conciencia humana, estas dos emociones antípodas y altenantes: el placer y el dolor. Pero, al modo de esos frutos de dulce corteza y amargo hueso, en la creación cervantina la acritud es interna y el dulzor externo. Cierto que hay peripecias y coloquios de un vigor cómico incomparable; mas, a despecho de la intención piadosa del autor, bajo la ingenua y blanca careta del gracioso, corren calladas lágrimas.”
Gracias por la ejemplar atención.
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