La poesía antioqueña no es insular. Sus grandes poetas vivieron y han vivido informados de lo que pasa y ha pasado en el cosmos de la poesía nacional y universal. Sin embargo, es una de las poesías más originales que es posible detectar en el espacio curvo del Parnaso Colombiano. Quién más original que León de Greiff y más original y universal que Porfirio Barba Jacob. Y son peculiares y únicos en su arte, Gregorio Gutiérrez González y Epifanio Mejía. Y lo son Mario Rivero, Juan Manuel Roca, Rogelio Echavarría y tantos otros.
Se distingue en los poetas antioqueños su notable sentido de individualidad y su afán por rendir una obra plenaria de conformidad con los propios postulados estéticos y personal visión del mundo. Poesía, que se desenvuelve y eleva dentro de las vivencias terrígenas. Y están allí clamorosos y abiertos a la posteridad el amor, el dolor y el fulgor de sus gentes. Y en esa poética se recatan, la fuerza sentimental, la agudeza espiritual, la gracia de cada autor y el genio de la raza.
No de otra manera se puede explicar la universalidad y actualidad de esta poemática, que permiten, además, suficiente capacidad para resistir sin perder claridad ni calor las posibles versiones y, sobre todo, el paso demoledor del tiempo. En “La Memoria sobre el Cultivo del Maíz en Antioquia”, “La Canción de la Vida Profunda”, “El Canto Continuo” de Mejía Velilla, “El Transeúnte” de Rogelio Echavarría, allí continuará el alma pura de la poesía, tranquilamente, desafiando el tiempo en razón simple de su autenticidad y natural sencillez.
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