Héroe insepulto,
amigo de los labradores.
La campiña lo siente
es parte de su arcilla
de sus raíces
de su frondaje
de su frescor.
La maestra lo recuerda,
todas las mañanas
honores a la bandera,
el inspector
el sargento del retén
le presentan armas,
cumplen con sus deberes
diligentes y exactos,
en la cotidianidad
de la campiña bolivariana.
Por aquí pasa
enamorado
o embriagado de Terpsícore
rumbo a Monserrate
como un alma en pena
entre las sombras oblicuas,
bajo el chubasco nocturno
en su corcel blanco,
saluda familiarmente
embozado
como un compadre.
Lo aprecian mucho
los campesinos cordilleranos,
los que hurgan la tierra,
los arrieros paramunos;
los policiales
de botas pantaneras
lo sienten como hermano.
Y la acémila proletaria
y los caballos con carga vegetal
simplemente
se apresuran un poco
para parecerse un tanto
a Palomo o a Pegaso.
Deja un comentario